Te propongo un juego.
Imagina que estuviéramos en un planeta extraño, rodeado de leyes físicas desconocidas, criaturas inverosímiles, territorios inexplorados y nuevos sonidos.
¿Qué es lo primero que harías?
Yo supongo que, si me pasara a mí, primero me asustaría pero, una vez superado ese momento, todo lo que querría sería investigar.
Me encanta aprender cosas, ¿sabes?
Seguro que a tu hijo o hija le ocurre lo mismo. Aprender es tan importante que sólo tienes que darte una vuelta por una ludoteca o, incluso, por un almacén de juguetes para darte cuenta de la inmensa cantidad de posibilidades a la hora de gastarte el dinero.
Puedes buscar juegos educativos adaptados para cualquier edad, de tablero, electrónicos, de formas, de colores, con sonidos…
Y es que, además, los niños pueden pasarse muchas horas jugando tranquilitos, sin que nos molesten, concentrados en sus juegos.
Y, si ya son más mayores, tenemos muchísimas actividades extra escolares para poder apuntarlos. Un poco de idiomas por aquí, un poco de kárate por allá, algo de clases para reforzar materias, alguna academia de arte, puede que ballet, tenis, fútbol y la lista sigue y sigue.
Ya pasó el tiempo en el que las empresas se centraban exclusivamente en el mercado adulto. Ahora hacen publicidades dirigidas a estimular los deseos de los más pequeños para que los padres inviertan en lo que, según estas, es el futuro del aprendizaje de nuestros hijos.
Aprender, aprender, aprender, aprender…
Pero, ¿y jugar?
No sé si todavía te acuerdas de nuestro primer juego, el que te propuse al iniciar el texto. ¿Qué pasa con nuestro planeta inexplorado? Nos está pidiendo a gritos que experimentemos y, por si no te has dado cuenta, toda experimentación es un juego.
Esos árboles tan raros necesitan que te subas a ellos. Ese líquido que podría ser agua, o no, te invita a que te zambullas cuanto antes. Mira esos colores. ¿No te apetece combinarlos con otros para ver si cambian y nos plantean una nueva posibilidad?
Es nuestra naturaleza, la de jugar para aprender. Necesitamos menos de lo que creemos todos los juegos, educativos o no, que nos proponen en la publicidad.
Sobre todo, porque puede que acaben restando tiempo para cumplir con nuestra misión, la de subirnos al árbol.
Para un niño, la tierra es un planeta por explorar. Acaban de llegar y, por supuesto, están llenos de preguntas. Y las respuestas están esparcidas por la misma naturaleza, esa que plantea las preguntas.
Las respuestas difícilmente estarán frente a un tablero, o ante una pantalla, jugando solos.
Aprender, si es lo que te interesa para tu hijo o hija, tiene que ver con moverse en el mundo real. Y esto significa sumergirse en el entorno, sobre todo el natural, y relacionarse con él. También con la gente. También contigo.
Es verdad, el dvd con juegos lo mantiene distraído, pero su cuerpo necesita moverse.
Cierto, la pantalla táctil hace que aprenda, pero la realidad compleja del mundo no tienen nada que ver con la simplificación que presentan todas las pantallas.
Correcto, jugando en casa con sus juguetes se conoce a sí mismo, pero sus necesidades van más allá y necesita, entre otras cosas, jugar contigo y jugar con otros.
No acabes viniendo a mi consulta porque el desarrollo emocional de tu hijo no es el adecuado o porque no tienes una mejor relación con él, si puedes pasar más tiempo jugando con él. ¿Puede que esté demasiado tiempo jugando solo?
Aprende tú también con él. Date un respiro y ejerce de padre o madre en el sentido más agradable del término.
Hay una sombra genial bajo ese árbol. ¿No os apetece jugar debajo?
En holmenkollen -pedagogía infantil- ofrecemos “El juego” como un taller para padres y madres donde descubrimos juntos el potencial de desarrollo que tiene este.
Pregunta por él en tu centro infantil.